Frank Zappa, la piedra en el zapato

¿Es la contracultura una respuesta eficaz al sistema o es simplemente un instrumento más del mismo?

Éste fue el cuestionamiento que se hizo Frank Zappa a lo largo y ancho de su amplia y multifacética obra. Un artista único, con todas las letras, que compuso y produjo más de 60 discos (!) y 8 películas donde se burló de todo lo establecido y le sacó la careta a todos los estándares impuestos por los gigantes de la industria musical.

Es bien sabido que el sistema entiende el juego como nadie. Sabe ser el compí, el contrario y el réfere a la vez. Entiende cómo manipular a la hinchada para tenerla de su lado. Domina el arte de la distorsión premeditada disfrazada de libre interpretación. Conoce el momento ideal para meterte un codazo en la nariz y salir impune.

Lo malo para el sistema es que cada tanto aparecen piedras en el zapato como Frank Zappa.

El bigote inconfundible y el pucho en mano, marca registrada zappiana.

Si hay algo que abunda en el rock son los rebeldes. Bandas con retóricas revolucionarias, músicos contestatarios y fans quilomberos. Lo que definitivamente no sobra en este ambiente es gente que viva su vida respetando de verdad esa filosofía y ese discurso sin importar las consecuencias, como lo hizo el oriundo de Baltimore, EEUU.

Que lo diga Warner, una de las tres disqueras más grandes del mundo, con la cual él tenía contrato. En 1970, Zappa golpea las puertas de la compañía con el máster listo de Läther, un material de 4 discos. Warner se negó a publicarlo por una serie de cuestiones, hasta hoy discutidas: algunos atribuyen el quilombo a un tema contractual, otros al hecho de no estar de acuerdo con las líricas “inmorales” de un par de canciones. Lo cierto es que para Frank eso fue una maniobra dictatorial. Además de llevar el tema a tribunales, fue a una radio de Pasadena a pasar el material completo de Läther sin la autorización de Warner, induciendo a los oyentes y fans a grabarlo todo. Fue quizá uno de los primeros bootlegs de la historia propiciado por el mismo artista. Encima ganó la demanda y se independizó. Poético (?).

Pero su crítica no se centró solamente en la música. Lejos de buscar erigirse como un símbolo de la irreverencia política, no dudó en cañear con dureza también a sectores de la misma contracultura yankee que él consideraba eran funcionales al sistema, como los hippies, que a inicios de los años setenta estaban trascendiendo fronteras con su mensaje de paz y el slogan flower power.

Una activista hippie protestando en contra de la Guerra de Vietnam.

Zappa acusó a los hippies de ser «un grupo que promovía la desmovilización, formada por chetitos ingenuos que se juntan a drogarse hasta que se les acaba el dinero que les dio papá». Para él, fallaban en su propósito antisistema al no incentivar a sus adeptos a ir hacia una revolución con efectos reales en la sociedad. Esa crítica al hippismo queda plasmada en el irónico disco We’re Only in It for the Money (1968), grabado con su banda Mothers of Invention. En su arte de tapa hicieron una parodia a Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Ni siquiera los mismísimos The Beatles, —ya considerados semidioses en ese momento y que habían admitido haber sido fuertemente influenciados por el psicodélico sonido de Zappa— pudieron zafar de las garras zappianas.

La icónica e irónica tapa de We’re Only in It for the Money (1968).

Esto nos lleva a otro aspecto bastante llamativo de su discurso: el rechazo a las drogas. Especialmente como método de estimulación para la creatividad. Imagínense, años sesenta y setenta, en pleno boom de la popularidad de la lisergia y los alucinógenos, una postura así desde dentro mismo del ambiente contracultural era totalmente impensada, casi un sacrilegio. Para Zappa, «cuando alguien se droga, en vez de ir en contra del sistema contribuye a sostenerlo, porque pierde la capacidad de pensar y actuar con claridad». Con esta inaudita postura, el ya de por sí débil lazo que lo unía con el ambiente underground terminó de quebrarse.

Enfrentarse con el sistema y encima también con el antisistema tiene su precio. Y él lo pagó, viendo a su música ser ignorada por los principales medios de distribución por varios años. Si bien no podemos decir que haya sido alguna vez un completo desconocido en el ambiente musical, ni por asomo tuvo la repercusión que sí tuvieron otros artistas de su época como Deep Purple, Jimi Hendrix o The Who. Sumale la popularmente conocida complejidad de su música, una fusión literal de todos los estilos que te puedas imaginar (?), oscilando entre el rock progresivo, la electrónica, el jazz y la música clásica; algo no demasiado amigable para el oído de las grandes masas, más acostumbradas a lo que las discográficas y los medios de comunicación les ofrecían.

Lo malo para el sistema es que cada tanto aparecen piedras en el zapato como Frank Zappa.

A pesar de todos los palos, tuvo un gran éxito comercial con discazos como Hot Rats (1969), Apostrophe (1974), Joe’s Garage (1979) y Sheik Yerbouti (1979). Además de ganar discos de oro entre otras parafernalias, fue inspiración para muchísimos alrededor de todo el mundo, incluyendo artistas muy reconocidos como los Black Sabbath, John Frusciante, Michael Moore o Matt Groening («¡Zappa es mi Elvis!»).

Hot Rats (1969), mi álbum preferido de Zappa.

En los años ochenta el ala más conservadora de la derecha, liderada por Ronald Reagan, llegaba al poder en los Estados Unidos. Detrás suyo varios grupos de fundamentalistas católicos y evangélicos, envalentonados por la coyuntura política, se ubicaron en lugares cercanos a la Casa Blanca. Empezaba la llamada revolución conservadora. Y para eso necesitaban encontrar algún enemigo peligroso, real o imaginario. El objetivo ideal estaba cantado: el rock. Era el inicio de un periodo oscuro para la cultura, incluyendo persecuciones, quemas públicas de discos y libros, publicación de «listas negras», juicios a artistas, y el cierre de espacios culturales. La censura al arte, la peor pesadilla de Zappa, se hacía realidad.

La Disco Demolition Night de 1979, donde miles de conservadores se reunieron para quemar vinilos de música disco.

Uno de estos grupos ultraconservadores, organizados bajo el nombre PMRC (Parent’s Music Resource Center) liderados por Tipper Gore, esposa de Al Gore, hizo un fuerte lobby en el Senado estadounidense para combatir la música con «trasfondos comunistas, inmorales y/o satánicos, que atentan contra las buenas costumbres y apeligran el bienestar de los niños». ¿Les suena? Seguro que sí. Bajo esta premisa, gran cantidad de arte y de música comenzó a ser censurada y prohibida. A la élite política y religiosa lo que le disgustaba en realidad era el hecho de que el rock sea una voz de denuncia, una válvula de escape para las minorías y una representación de la voz de la gente, al dejar constantemente en evidencia la hipocresía, la discriminación y los grandes intereses monetarios que estaban detrás de las políticas implementadas por el gobierno norteamericano.

El único artista que se posicionó claramente en contra de esto fue Zappa. En 1985, asistió a un debate en el Congreso de los EEUU y encaró a la PMRC dando un discurso en defensa del derecho a la libre expresión. Esa disertación se volvió muy famosa, aumentando muchísimo su popularidad como activista y sirviendo de eje temático para sus siguientes laburos. Frank tomó esta lucha como algo personal. A partir de ahí, empezó a burlarse y satirizar con insistencia a los sectores de la ultraderecha religiosa en discos como Frank Zappa Meets The Mothers Of Prevention, una indirecta a la PMRC que quería censurar hasta a los discos de su anterior banda, The Mothers Of Invention.

»How you dare, ladies?», el discurso de Zappa ante la PMRC.

¡CUIDADO! Este álbum contiene material que una sociedad verdaderamente libre nunca temería ni suprimiría. El lenguaje y conceptos contenidos aquí garantizan no causar tormento en el sitio donde el tío de los cuernos y tridente lleva sus asuntos. Esta garantía es tan real como la de los fundamentalistas que atacan la música rock en su vano intento de transformar América en una nación de estúpidos (en el nombre de Jesucristo). Si hay un infierno, sus llamas les esperan a ellos, no a nosotros.

La etiqueta que Zappa ponía a sus discos luego del quilombo con PMRC.

Zappa lo hacía de nuevo. Se enfrentaba mano a mano con el sistema, y conseguía salir victorioso. Al final, consiguió que todo se redujese a una casi inofensiva etiqueta, que cualquiera que haya tenido un disco en las manos en su vida conoce, Parental Advisory: explicit content. Este fue el primer acercamiento real suyo con la política, momento en que se convenció de que la forma más útil de combatir al reaganismo y a los fundamentalistas que venían detrás suyo era involucrándose.

En los siguientes años comenzó a lanzar con insistencia el mensaje «Inscríbanse para votar». En cada concierto suyo se habilitaban stands de empadronamiento, y metía pausas durante el show para que la gente se acerque a anotarse. Su mensaje de conciencia política comenzó a difundirse fuertemente en el ambiente, que hasta ese entonces parecía estar sedado. Incluso anunció que se candidataría a la presidencia para las elecciones de 1992, aunque tuvo que descabalgar a causa de un cáncer de próstata que a esa altura ya lo tenía convaleciente.

Frank Zappa For President, disco póstumo lanzando en 2016.

Por primera vez, Frank no podía ganar una batalla y falleció en diciembre de 1993. El establishment suspiraba aliviado. Pero la tranquilidad les duró poco: desde su muerte, su familia se encarga de proteger celosamente su legado y todo el inmenso material que no llegó a ver la luz, bajo el nombre Zappa Family Trust. A esta altura ya con casi 40 álbumes póstumos, la interminable e inmortal obra de este verdadero fuera de serie sigue subiéndole la presión a varios de esos sombríos hombres trajeados.

Aunque bueno, hay que aceptar, el sistema es jodido. En el tablero de ese juego todos somos peones. No importa si estás encima o enfrente al escenario. Unos son máquinas descartables de entretener —y hacer guita— y los otros, consumidores domados de productos empaquetados. Para ellos la cuestión es muy sencilla: te amoldás o te jodés.

Lo malo para el sistema es que cada tanto aparecen piedras en el zapato como Frank Zappa.

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